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¿Qué hago con este torrente de emociones?

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Amigo(a) lector(a) antes de comenzar debo declararme un aprendiz del tema de las emociones, es por ello que voy hablar más con base a mi experiencia como persona y como Coach, que como un especialista.

Lo primero que debemos comprender es que las emociones tienen una importante función que cumplir: orientan nuestro comportamiento con el fin de aumentar la probabilidad de supervivencia y de garantizarnos bienestar. Son tan antiguas como la misma humanidad.

Cada una de ellas tiene una función determinada, y sólo para ubicarnos un poco voy a mencionar algunas de las más comunes:

  • La tristeza aparece ante la percepción de una pérdida, y su función es permitirnos la reintegración personal, nos motiva a pedir ayuda y a echar mano de nuestros propios recursos.
  • El miedo se presenta ante situaciones o estímulos de carácter amenazante. La amenaza puede ser real o imaginaria, y su función es la de protegernos, tanto física como psicológicamente, al advertirnos que debemos ser cuidadosos.
  • La alegría aparece cuando logramos algo que deseamos, y su función es la de afiliación y reproducción de los comportamientos o acciones que nos hacen sentir bien. De esta forma nos animaremos a repetir conductas que nos podrían llevar a nuevos logros.
  • La ira se presenta cuando percibimos que algo que queremos o deseamos no sale como esperábamos, o cuando percibimos que alguien interfiere intencionalmente en el logro de nuestros objetivos, y su función es de autoprotección por la vía de reafirmarnos, al reclamar nuestros derechos.

Como podemos ver, lo de calificarlas de emociones buenas o malas es un error que cometemos con frecuencia. Esto ocurre por nuestras creencias, es un tema cultural. Realmente todas son buenas en el sentido de la función última de garantizarnos bienestar.

Es importante destacar que una determinada emoción cumple su función durante un período de tiempo, más allá del cual no está bien que “nos quedemos pegados”. Lo que quiero decir es que una tristeza permanente puede ser indicio de un estado depresivo, o mantenernos constantemente rabiosos podría deberse a algún desarreglo orgánico, y en ambos casos habría que consultar al médico, o al terapeuta.

Asumiendo que se nos presenta una situación en la cual se activa una emoción, ¿qué debemos hacer para aprovechar de la mejor forma sus efectos beneficiosos? Recordando que tal vez al inicio no somos plenamente conscientes de la emoción, pero si podemos darnos cuenta que “no nos sentimos bien”.

Por lo tanto, lo que deberíamos hacer es un proceso de tres pasos, a saber:

  1. Ser Consciente de que estoy frente a determinada emoción; es decir darme cuenta de que estoy teniendo una conducta inusual en mí, que seguramente es la reacción ante alguna emoción. Algunos ejemplos son: estoy molesto, con dificultad para concentrarme, me irrito con facilidad o me siento triste sin motivo aparente. Este darme cuenta es importante para permitirme saber que hay “alguna emoción trabajando en mí”, cumpliendo una función.
  2. Abrazarla, es decir vivirla para permitirle cumplir con su función: reír, llorar, expresar mi molestia; o lo que sea el comportamiento asociado a la emoción en cuestión, pero de forma consciente y sintiendo que sé lo que hago y tengo un grado importante de control sobre ello. Si mis reacciones son desproporcionadas a los acontecimientos que ocurren, es muestra de que hay un descontrol de mi parte. Un ejemplo de estar en control podría ser que si estoy molesto y expreso mi rabia lo hago sin llegar a hacer daño físico o emocional a otros ni a mí mismo; y por último,
  3. Reconocer que ya la emoción hizo su trabajo, que le permití protegerme, y que debo dar espacio para retomar mi vida. Ya no estoy llorando todo el tiempo o no estoy riendo en forma descontrolada y por cualquier cosa. Como se dice coloquialmente “la vida continúa”.

El no haber negado lo que me estaba ocurriendo me permitió cumplir un ciclo de sanación emocional. Y aunque todos somos diferentes y reaccionamos de distintas formas ante una misma situación, siempre el reconocer que necesitamos ayuda es un primer paso para sanarnos.

Los amigos en algunos casos, la familia en otros, nos dan apoyo y comprensión, escuchándonos y dándonos afecto. Lo que no se resuelve con este apoyo y siguiendo los tres pasos antes descritos podría estar señalando que se requiere de una ayuda especializada, y no debemos dudar en buscarla.

 

 

La Pregunta Poderosa, un disparador para el Cambio

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Durante una sesión de Coaching con un cliente, cuando hago preguntas poderosas, aquellas que nos hacen tomar conciencia de los pensamientos y sentimientos más profundos, puedo leer en sus caras y en todo el lenguaje corporal, esa reacción que me dice «Acabo de darme cuenta de algo».

Como Coach, siempre estoy buscando información sobre preguntas poderosas. Esta es una de las herramientas más importantes que tenemos los Coaches. Mi camino para mejorar mis habilidades con esta herramienta se puede describir como un paso a paso. Lo que quiero decir es que mis comienzos fueron con las preguntas típicas para Co-crear la relación con el cliente, y cosas como comprender la importancia de usar qué, en lugar de por qué, tener una comunicación directa y usar preguntas simples para ser más claro.

Más recientemente, he estado trabajando con esas preguntas que enfatizan el generar conciencia y facilitan el crecimiento del cliente. Lo que quiero decir es hacer preguntas como ¿por qué es esto tan importante para ti?, ¿quién eres cuando … ?, ¿cómo podrías aplicar los aprendizajes de esta sesión de Coaching a otras áreas de tu vida?, entre otras.

Cada pregunta da como resultado una respuesta, incluso si el cliente no responde la pregunta. Usted, como Coach, recibe la información adecuada para hacer la siguiente pregunta, y así sucesivamente. Por eso suelo decir «Hacer preguntas en la sesión de Coaching es como bailar»; requiere atención, flexibilidad, compasión y estar presente todo el tiempo.

Obviamente, la atención es un requisito de comunicación siempre. Es necesario poner todos nuestros sentidos en esta conversación especial. Esta persona, sentada frente a usted, pone toda su confianza en esta conversación. La falta de su atención no sólo es una ofensa para este ser humano, sino que también ignora la oportunidad de decidir su próxima pregunta poderosa.

Flexible como el bambú cuando pasa una tormenta. Esto significa poder adaptar su ritmo al ritmo del cliente. Bailar con el cliente en este momento. Para poder seguir sus caminos, cambiar según sea necesario. No olvide que su cliente decide cuál será la conversación.

La compasión es ese sentimiento que proviene de lo más profundo de nuestro ser. Es el amor universal que nos permite dar lo mejor de nosotros como Coach. Cada actuación en nuestras vidas que proviene de la compasión permite que la otra persona se refleje en nosotros como el mejor espejo que podemos ser.

Se entiende que cuando alguien le paga por cualquier servicio, está pagando por su tiempo y dedicación completa. Si esto es cierto para cualquier servicio, cuando estamos hablando de una sesión de Coaching es dos veces cierto. ¿Por qué es dos veces cierto? Debido al pago en sí, y porque al prestar atención, usted demuestra el valor de su cliente y también está listo para saber más sobre sus preocupaciones.

Para terminar con estas breves reflexiones, me gustaría dejarles con una cita de Sócrates (470 a. C. – 399 a. C.): “No puedo enseñarle nada a nadie. Sólo puedo hacerles pensar”.

 

Casos reales de Coaching III

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Continuando con los CASOS DE COACHING, les traigo en esta oportunidad otro interesante caso.

Una vez más, quiero recomendar al lector releer el artículo: “Casos de Coaching I” en el cual encontrará algunas ideas centrales.

Caso 3: Mujer de 32 años. Casada y sin hijos. En este caso el quiebre era una relación de pareja en la que la cliente o coachee se comportaba celosa y absorbente, pero al exigir a su marido no salir con los amigos ella misma se estaba auto limitando de salir con sus amigas porque no encontraba como justificar el hacerlo. Esto la estaba llevando a una relación de pareja centrada en ellos dos, y no les permitía oxigenarse al compartir con otras amistades. Además que ella temía que no iban a poder soportar esta situación.

La coachee se sentía paralizada por sus propias acciones, y esto le estaba creando ansiedad e insatisfacción. No sabía por qué se comportaba de esta forma, aunque entendía que le estaba haciendo daño a la relación de pareja.

Explorando un poco sobre otras de sus relaciones importantes ella mencionó que su padre había traicionado a su madre, y ella no quería tener que vivir una situación como esa, en la cual vio sufrir a su madre. Debido a eso, inconscientemente, “decidió protegerse” colocando límites a su esposo, tan cerrados que no quería que él saliera con sus amigos. Por los momentos el esposo lo había aceptado, pero al hacerle las preguntas: ¿hasta cuándo lo va a tolerar sin cansarse?, y ¿qué va a pasar cuando se canse? Tomó conciencia que debía hacer algo urgentemente.

Fue necesario llevar a la coachee a varias reflexiones que le permitieran ver la vida de sus padres como algo diferente a la de ella y su esposo. Identificando similitudes y diferencias para poder comprender que debía haber formas nuevas de llevar esta relación. Debía comprender el riesgo de seguir como iban, o de darse ambos la oportunidad de tener momentos de compartir juntos, momentos de compartir con otras parejas y momentos de salir con amigos de uno o de otra.

También fue necesario que la coachee viera a su padre como un ser humano con virtudes y defectos, para poder perdonarlo, y así comprender además que cada situación es diferente, y que no estaba bien estar siempre esperando que su esposo iba a traicionarla. Si de veras quería compartir su vida con él debía relajarse un poco y confiar. Le realicé preguntas como ¿qué ganas y qué pierdes con cada forma de proceder?, y también ¿qué los haría felices a ambos?, y finalmente ¿cómo pueden lograrlo y cuando van a comenzar a hacer las cosas de manera diferente?

Luego de esto la coachee acordó hablar con su esposo y comenzar a flexibilizar su relación. Se le recomendó hacer el ejercicio sugerido en el artículo titulado “Comunicación para mejorar las relaciones”, el cual está en esta misma página web. Con este ejercicio podrán mejorar su comunicación, valorarse mutuamente y establecer compromisos para hacer las cosas de forma diferente.

Ponerse en los zapatos del otro

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Tomada de Educar desde la Familia

Tenemos buenas intenciones

Podemos estar haciendo daño a otras personas y creer honestamente que lo que hacemos es lo mejor y lo más correcto. Es decir, que pudiera estar ocurriendo lo que establece el dicho popular: “el camino del infierno está empedrado de buenas intenciones”.

Inclusive, en muchos casos ni siquiera están presentes las “buenas intenciones”, debido a que nuestra actuación es fundamentalmente inconsciente. Sin darnos cuenta hemos adoptado una conducta hacia la otra persona, en la cual el resultado de nuestras acciones está activando emociones negativas en el otro.

Tomado de Bligoo

En la relación de pareja podemos estar imponiendo nuestro punto de vista en algún área de la convivencia, con el firme convencimiento de que lo que hacemos es lo “aceptable socialmente”, pero no nos damos cuenta de la molestia que estamos generando, y la parte afectada sólo llega a mostrar signos de incomodidad, pero se amolda para no generar conflictos o porque cree que así debe ser en toda pareja. En algún momento pueden presentarse estallidos, a consecuencia de la incomodidad acumulada.

En nuestros trabajos podemos exigir a nuestros colaboradores respuestas en función de normas muy estrictas, o inclusive de nuestra interpretación exagerada. En este entorno la relación de jerarquía y la poca posibilidad a una mejor y más franca comunicación, hacen que el colaborador se mantenga en una actitud de sumisión. De mantenerse esta situación en el tiempo se va generando un sentimiento de incomodidad que puede llegar a afectar la productividad laboral, sin mencionar que la relación será de poca confianza.

Coaching y empatía con el otro

El cliente llega al coach porque está incómodo con la relación y hasta han comenzado a presentarse episodios de confrontación. Es una excelente herramienta de coaching la de hacer que el cliente se ponga en los zapatos del otro. Lo que quiero decir es “experimentar en carne propia lo que la otra persona puede estar sintiendo”. En otras palabras, llegar a experimentar un sentimiento de empatía hacia el otro.

Hay varias formas para lograr que podamos comprender las emociones que se están generando en el otro a causa de nuestra conducta. Un coach generalmente utiliza dos de esas formas.

Tomada de Educar desde la Familia

Lo que hace el Coach para generar empatía

La primera es a través de sus preguntas poderosas. ¿Qué preguntas se pueden usar? Sólo daré algunas para ilustrar, ya que cada situación puede requerir preguntas muy específicas. Podemos preguntar: ¿has pensado que tal vez la “otra persona” no comparte tu punto de vista y no te lo dice para no herirte?, ¿qué crees que experimentaría una persona a la cual le impongas tu punto de vista?, ¿cómo te sentirías si alguien te quisiera imponer lo que piensa?

La segunda, y tal vez más efectiva, es la de cambiar de roles; es decir el coach toma el rol de su cliente y le pide que tome el rol de la otra persona. Durante este cambio de roles el coach le plantearía situaciones a su cliente (que en ese momento está representando a la otra persona afectada) tales como: dile a tu jefe o a tu pareja cómo te sientes cuando él o ella te dice…., o ¿qué sugerencia le harías a tu jefe o a tu pareja para que mejorase la relación contigo? Al tener que representar este rol la persona que está siendo inflexible, o simplemente no está poniéndose en los zapatos del otro, experimentará por un momento lo que el otro siente, y seguramente se llenará de compasión y disposición a cambiar para mejorar la relación.

Te invito a poner en práctica estos principios tan sencillos, pero de gran impacto, a fin de ayudar a mejorar las relaciones.

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